Lecturas de noche, le decía Barthes, a las novelas como las de Goethe, Proust, Balzac, Brecht, etc*.Si, probablemente, así comencé mi pequeña inmersión en el mundo de la literatura, leyendo de noche, antes de dormir. En realidad, fue un recurso que durante un tiempo utilizaron para lograr que la pequeña Pame, venida al mundo con una eterno insomnio, conciliará el sueño reparador – epa, momento, (respire y siga) ¿reparador?, ¿para quién? Sino me dormía, ¿no sería que no lo necesitaba y eran mis padres, abuelos, tíos abuelos, quienes lo necesitarán? Enigma que tal vez, alguna vez, guste en resolver del modo más simple y falso-
Así era. Me relataban historias, hacían la parodia de “Zulu y Luz”, dos fantásticos nombres para los tremendos pies de mi padre o abuelo, o los más pequeños y refinados de mi madre y madrina, pero algo poco correspondientes con lo real, o mi real, uno era varón para mí, y el otro mujer, entonces, ¿mi mamá tenía un pie de mujer y uno de varón y lo mismo para mi padre? Algo había en ese intercambio que a mi no me cerraba, ¿no podrían haber puesto un pie cada uno así no me enloquecía intentado entender este tema de mujer con pies mixtos, o viceversa, hombre de pies mixtos?
No. Me la tenían que complicar, y después muchos me dicen que mi problema es que soy excesivamente rebuscada.
Bue. Continuemos. No recuerdo muy bien las historias que “Zulu y Luz” me contaban a diario. Tampoco las que me contaba Jerónimo, un indígena bastante común para los otros, pero de un carisma especial para mí, que venía a charlar y contarme cuentos en calle Pasco, solo ahí. Era la casa de Loly, Lele y Pancho; más tarde de Lara también. Pero Jerónimo solo hablaba conmigo y con Loly, a veces con Lele, pero después del “Eráse una vez” (Léase textual, el error ortográfico es intencional, fue un error de enunciación previo) el indígena quedo tan tentado, que apenas escuchaba su voz, se echaba a reír.
Tampoco recuerdo con la exactitud que quisiera recordar cuales eran todos aquellos cuentos, que lograban hacer que con una sonrisa conciliara el sueño.
Pero hay algo que no puedo olvidar: los cuentos, relatos y excentricidades que contenía “el Tesoro de la Juventud”, enciclopedia multifacética donde se encontraban cuentos, relatos, fabulas, lecciones científicas, imágenes, historia, geografía, música, mitologías, poesías, mmm, mucho mucho, aunque yo recuerdo los cuentos.
Esa fue mi primera etapa.